La magia del torno
Ya que me conocéis, sabéis que utilizo técnicas muy diversas en mis creaciones cerámicas: placas, modelado, impresiones... En efecto, adapto los materiales, gres o porcelana, y las técnicas a cada proyecto o encargo.
Sin embargo, siempre vuelvo al torno, aunque a veces sea un breve paréntesis en la apretada agenda de un proyecto artístico o artesanal. ¿Cuál es la razón de esta intensa fuerza magnética que el torno ejerce sobre mí?
Me hago esta pregunta al comprobar que, después de un curso de torneado de porcelana de cuatro días, no estaba en absoluto cansada de ver girar bolas de porcelana en los tornos; ni de ver las manos empujando, presionando, estirando, envolviendo, apretando o abriendo este material blanco y blando donde el vacío toma forma.
Al contrario. En cuanto terminó el taller, estaba deseando volver a mi querida porcelana y al torno.
Tal vez necesitaba estar a solas con ella después de compartirla con mis estudiantes. Tal vez necesitaba encontrarme a mí misma, en mi eje, mientras ella gira también sobre su eje centrándose en mis manos.
El oficio de alfarero se compone como véis, de momentos de compartir que van hacia el exterior y de momentos de soledad, en los que me sumerjo en mi interior. Este ritmo, como la marea o la respiración, es necesario para mí, en armonía.
La porcelana es especial porque también requiere un equilibrio entre la suavidad y la firmeza, en un diálogo constante con el material que requiere, a su vez, fuerza y flexibilidad, el marco que marca los límites y la caricia voluptuosa que acompaña el movimiento.
Si eres alfarero o has tenido la oportunidad de tornear, quizás sientas lo mismo que yo.